
Hoy escribo para apagar el fuego del aeropuerto, para comprender el trágico accidente del vuelo de Spanair con 153 muertos calcinados. Escribo para tratar de consolar a una humanidad desolada, para desvelar las contradicciones en las que nos debatimos divididos entre la alegría de no estar muerto y el llanto por aquellos que se han quemado vivos en la T-4.
Escribo para comprender el sentido ambiguo de la vida y el sinsentido infausto de la muerte. Y no puedo.
Hoy quisiera escribir para no dejar que este “presente” con sabor a tomillo y verdolaga, tórtolas y chicharras, humedad en el cielo, nubes que presagian agua, se me escape de las manos, pero me da vergüenza en medio de tanto dolor ajeno y fatalidad enfurecida.
Elegía y canto, tragedia y vida, amor y odio, poesía y lágrimas, siempre a medio camino entre la locura y la cordura, la tortura y la ternura y la desgracia injusta de los que sufren sin motivo. Escribo para no morir, para esquivar el estoque de la muerte, para recordar y reanimar a los que mueren, para recuperar el feliz pasado, detener la guadaña del tiempo, para quitarle las espinas a la flor del día. Escribo para librar de las llamas a los que ayer perecieron en Barajas. Y no puedo.
Hoy mi escribir ha sido en vano.
Tu escribir es un clamor a la muerte y la vida, a la sutil línea que separa la primera de la segunda.
ResponderEliminarYo me quedé enmudecida cuando supe la noticia. El destino de los pasajeros era mi isla y muchos eran de aqui. El hecho de ser isleña te lleva a retener en tu memoria a muchas personas, muchos isleños (demasiados) no regresaron a su tierra. Y otros por desgracia no llegaron a su destino para las vacaciones.
La tragedia teñida de humo y la guadaña que se lleva tantas almas juntas.
Dolor. Eso siento, dolor.