sábado, 16 de diciembre de 2017

Lord Byron en la orilla solitaria





There is a rapture on the lonely shore. (Byron)


Byron es una olla a presión, además de engreído, es turbio en amoríos y desmanes. Deja atrás su altanería. Hastiado está del mundanal ruido. La puerta de su camarote está cerrada. Quizá lo que el poeta guarde en su interior sea sólo soledad en gaseosa ebullición, su deseo de compañía, aquel perro suyo al que él llama "criatura", bello can, sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad. Nadie como el animal compensa su espíritu cansado de orgías, heroicidades y grandezas.

El teniente del barco, un tal Ekenhead, aporrea insistente las tablas de su compartimento. Cicatero y rastrero, el poeta no abre la boca por no echar a perder el sentimiento del tesoro que ingenuamente guarda: su melancolía, su desilusión. Harto del placer y del mundo, su silencio es el mejor cerrojo y centinela de su extravagancia romántica y aventurera. Byron bebió pócimas de belleza pálida en calaveras vacías. Se alimentó sólo de bizcochos. Gracias a ellos ahora físicamente está como un roble, conserva intacta la fuerza de su juventud. Tiene veintidós años. Viaja en el Salsette rumbo a Estambul. En este momento ocupado está en la composición de sus versos, Las peregrinaciones de Childe Harold. Una manera de purgar con su autobiografía su desenfreno anterior.

Byron ha quedado la noche anterior con Ekenhead. Al amanecer, ambos cruzarán a nado el estrecho. El teniente le pregunta:
¿Quién me asegura que un poeta patizambo como tú puede ser buen nadador? Quien tiene un perro por mascota, alguien que sólo busca la gloria, es incapaz de atravesar a nado el oscuro y atrevido estrecho que separa Europa de Asia y que conduce al empíreo.
Byron le recuerda ahora al marino del Salsette el mito griego de Leandro y la bella Hero. Una sacerdotisa de Afrodita vive en la orilla europea. Leandro en cambio es de la orilla contraria, la de Anatolia. Ambos se enamoran en contra de la voluntad de los padres. Cada noche los amantes se ven en secreto. Hero encendía una gran hoguera, el faro que guiaba a Leandro llegar a nado a la orilla opuesta. Noche de fuerte oleaje y tormenta, Leandro se ahoga en la travesía. Hero, al encontrar muerto en la costa a su hermoso amante, desde la misma cima del acantilado donde aún el fuego, su misterio encendido, se eleva dibujando en el cielo bosques sin caminos, se arroja al mar muriendo también en el acto.

Byron quiere emular al legendario Leandro griego. Hay un éxtasis en la orilla solitaria. El silencio, su sigilo vigilante, garantía inexpugnable del misterio de su soledad. Se pregunta:
¿Puede un poeta y romántico y casquivano como yo ser amnistiado y pasar a la historia sólo por un verso digno de ser copiado por unos jóvenes atortolados, allá en el siglo XXI?
El teniente Ekenhead golpea con mano de hierro la puerta del camarote del poeta. Byron no contesta. El poeta, (ayer, extrovertido; hoy misántropo). Encerrado está en su santuario, quiere salvar no sabe qué cosa. Cualquier palabra, cualquier interrupción quebrantaría el encanto, rompería el hechizo, ahuyentaría el sentimiento, velaría la realidad, desmitificaría, limitaría el infinito que busca, desdoblaría la unidad ansiada, reduciría la verdad a un simple código de barras. Su verso sería como la exigua cubeta incapaz de almacenar el agua inmensurable del mar de Hele. El poema sería el estuche cerrado donde la flor más crujiente, olorosa y viva se asfixiaría.

El marino insiste, recurre al engaño:
¡Tu perro, poeta, se ha caído a la mar!
Byron al oír que su perro, aquel terranova colmado de todas las virtudes del hombre y ninguno de sus defectos, está en peligro, deja a medio su poema de frustración y desengaño, sale de su ostracismo, de su fiebre eterna, y grita:
¡Ordene, tenientedetener ahora mismo el barco! ¡Rescate por Dios a mi perro!
El teniente, satisfecho de la reacción del poeta, contesta:
¡Imposible por un simple animal parar máquinas!
Fue entonces cuando desde la borda del Salsette, Byron se lanzó al escarpado mar Dardanelos. Y sabemos por Written After Swimming From Sestos To Abydos que el poeta nadó por amor, acompañado por el teniente Ekenhead. Lo que ignoramos es, si una vez alcanzada la orilla solitaria con éxito, Byron encontraría allí a su mítica Heros, o lo que es lo mismo a su querido perro Boatswain.

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