domingo, 23 de julio de 2017

La soledad nunca está sola



La soledad nunca está sola. Yo soy mi soledad. Vivo gracias a ella.

Pobre barquilla mía
entre peñascos rotas,
sin velas, desveladas
y entre las olas solas.
(Lope de Vega)

Otoño de soledades amarillas. Ron Mueck. Y el escalofrío vacío de su Big Man de casi dos metros de altura. La soledad puede que no ocupe lugar, pero esta mañana, su páramo infinito está completamente cubierto de hojas caídas, secas y a merced de un soplo. Y un viento insignificante, invisible arrincona más aún la voluminosa escultura de Mueck contra el ángulo de dos paredes solitarias.

Esta mañana cansado de estar sólo me miro detenidamente en el espejo para hacerme compañía. Non, je ne suis jamais seul avec ma solitude.

La soledad de Lope, la de Mueck como la de Georges Moustaki son de distinto tamaño, pero las tres con su escalofriante vacío rompen la imagen que se refleja en el cristal mientra me afeito.

Dice B. Casares que en la soledad es imposible estar muerto.

La soledad es una mujer encinta preñada del universo. Soledad y conciencia. Soledad y plenitud.

La soledad de las hojas abandonadas del viejo chopo no es triste, está pintada del dulce color de la miel, conocimiento y agradable nostalgia.

No sé quien dijo que la persona se mide por la cantidad de soledad que pueda soportar.

Pero esta mañana un estruendo de soledades a voces rompe el espejo del cuarto de baño, mi animal de compañía, mientras me afeito.

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