lunes, 22 de agosto de 2016

La motocicleta del Che





Y puro como un niño
o como un hombre puro,
Che Comandante, amigo.
 (Nicolás Gullén)


El placer de ver a su hija comer a deshoras una rebanada de pan con aceite le proporcionaba a Ernesto más gusto que a ella. No importaba que fueran las tres de la madrugada. La veía tan feliz, tan niña, tan testaruda llevándole la contraria al reloj, a la digestión, al tío caimán, a su madre que le recriminaba que tuviera la luz de la habitación encendida hasta las tantas:
¡Celia, apaga ya la luz, que es muy tarde, se te van a quemar las cejas!
Y cuantas más veces la madre amonestaba a la hija, Celia más ella se sentía. El Che aprobaba las advertencias de su mujer Aleida; pero sólo en las formas. En el fondo se alegraba que Celia se le pareciera a él en esas cosas de llevarle la contraria al mundo. La inocencia y la rebeldía para el comandante tenían el mismo color, el mismo atrevimiento, la misma pureza que el alba abriéndose paso entre las alambradas de la noche.

El padre de Celia pensaba que la injusticia de los imperativos categóricos, que no responden a derecho, ha de ser duramente acordonada, combatida, sí; pero con ternura. El revolucionario está guiado por grandes sentimientos de amor -escribiría el guerrillero en un periódico de Uruguay, allá por el año 1965. Ser niño y decir que no a la domesticación es consustancial a la nobleza, a la autenticidad de la infancia

Y Ernesto al ver ahora a su hija testaruda recuerda el incidente de la moto. 

Estaba la niña ante un corrillo de amigos presumiendo de la moto de papá en la puerta de su casa. Salió el padre, y oyó como su hija no se cansaba de repetir orgullosa: 
Es la moto de papá, es la moto de papá...
 Y fue entonces cuando el padre, todo ceremonioso, contraviniendo a Celia, dejó caer ante los niños aquel dicho de Proudhon: la propiedad es un robo.

Estaba cantado. Al día siguiente, al papá de Celia le quitaron su motocicleta.

1 comentario:

  1. Jaja, qué bueno. Claro, es muy difícil llevar la coherencia hasta el ultimo extremo, como hizo el Che sacrificando su propia vida

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