jueves, 21 de julio de 2016

Oscuridad radiante



-Sí, aquí debe de haber mujeres. Lo noto por instinto.
(Chejov en El_beso.)

La lectura y el escribir van de la mano.


Caballos oscuros de nubes encendidas. Caballos limoneros, caballos extraños. Destellos radiantes, herraduras de plata quebraron el cielo. De su cuero ollado llovieron amores, amores perdidos. La brisa de una mujer invisible dejó caer en la boca de un capitán timorato el aroma de un beso equivocado, frenético, apasionado y fundido.

Relámpago de mística melancolía, sensación fugaz y eterna de lunas a mediodía, de soles a media noche, coces de plata, aborto de estrellas. Un comezón por todo el cuerpo, desde el corazón hasta la hombría, invade al oficial gris de patillas de lince. Y pasó el capitán ayudante, de su yo eclipsado, a ser el macho más garañón de la tropa.

Y tras el sabor a lilas y rosas de tan divina sorpresa, Riabovich se adentró en la espesura de nuevo, por ver si aquel beso apagado y vacío se encendiera, y sentido le diera a su vida enfermiza. ¿Qué puede haber detrás de un beso a oscuras para que un hombre emprenda un camino de vuelta, y regrese donde nada de lo que fue es y perdura? 

Retrocedió y anduvo el capitán tras aquellos labios desconocidos al punto ciego (*), al ángulo muerto, sin poder dar siquiera con la mujer que dejara en el brocal de su alma aquel rayo que por la mitad le partiera. Y el dulce cuchillo de sabores inciertos que en el camino de ida abrió la hendidura de su placer estrenado, al volver de regreso en busca de aquel beso anónimo, cambió el verde intenso de los álamos del camino en mugrones amarillentos y secos.

Jamás el oficial contempló virginidad tan dichosa y malvada: un ósculo sin propiedad y sin boca, extraviado en la noche de tules morados, venablos sin blanco, sin nombres. ¡Qué desatino el de aquella aventura enardecida y marchita!

Y si antes, el capitán fue un hombre desazonado, después de aquel beso sin firma alguna, pasó a ser el mismo de antes: un triste hombre de baja estatura y algo encorvado, con gafas y patillas de lince. Un beso no cambia nada.

La vida, esa quimera, ilusión truncada, una aventura donde todo se esfuma, hasta el aroma de la hierba buena, la brisa, las lilas, las rosas, las tiernas hojas del álamo.... de un beso ciego y a oscuras.


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(*) Javier Cercas denomina Punto Ciego a la estructura literaria donde en su inicio siempre hay una pregunta, un enigma. Según este mismo escritor, a través de esa oscuridad, la novela se ilumina, se torna elocuente. La novela es el género de las preguntas.

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