Estado de Guerra

Yo siempre había definido la inteligencia como la capacidad que tiene el ser humano de adelantarse a situaciones de riesgo, prevenir el conflicto, evitar el fracaso de sus acciones. La supervivencia de los seres vivos depende de nuestro comportamiento con el medio, cometer los mínimos errores tras los cuales podamos de nuevo alzar el vuelo. ¿Guerra de Irak, por ejemplo? No sé.

Hoy al ver los ultramodernos rusos S-400 desplegados en la base de Jmeimim (Siria), me pregunto si no será la especie humana lo bastante imbécil para creer que a una mosca o a una papelina de ántrax se la puede derribar a cañonazos. A los grandes de Europa se les llena en estos días la boca con la palabra Guerra. Realismo político. Y se reúnen todos en río revuelto: unos para cazar votos, otros para defender su negocio de armas, los de más allá para justificar sus banderas de corral patriotero, los de más acá porque de verdad tienen miedo.

Yo como Vicente Aleixandre, simplemente estoy confundido: ¿Dudas? Quien duda existe. Sólo morir es ciencia. Y mientras ahora escribo queriendo lavar mi conciencia con esta entrada, (si no en Paris o en Bruselas), allá en algún rincón olvidado del mundo, (inexistente), siguen muriendo por la espalda inocentes a manta. ¡Y yo que creía que el arte de la palabra bastaría para transformar el mundo!

Con todo hoy desde mi más profunda cobardía me refugio en las palabras de Jack London, el escritor de La llamada de la selva:

Guardo intacta mi confianza en la nobleza y excelencia de la especie humana. Creo que la delicadeza espiritual y el altruismo triunfarán sobre la glotonería grosera que reina hoy en día.