domingo, 19 de abril de 2015

No quisiera

         Quiero creer que nuestro mal gobierno
         es un vulgar negocio de los hombres
         y no una metafísica, que España
        debe y puede salir de la pobreza,
        que es tiempo, aún para cambiar su historia
        antes que se la llevan los demonios.


       Gil de Biedma. (Apología y petición)



No quisiera que en el digno pórtico electoral que se avecina, un viento fugaz quebrara hoy al hombre aquel que yo conocí bajo el árbol del silencio de una montaña inmemorial en Azulada. No quisiera que las aguas codiciosas de un río revuelto, frío laboratorio de humanidades yugulado, al pasar junto a los jardines de la Glorieta emborronara hoy la buena imagen de aquel José Ignacio que yo tenía.

No quisiera, amigo, que las palmadas en el hombro de los aliados del capital, el trepar de los culebras, el peloteo servil de los hambrientos de prebendas y subsidios y otros refritos de triunfos espurios, acarreadores de tristeza y desazón, mancharan la integridad que te honra.

No quisiera, amigo que tu amable entereza sucumbiera prisionera ante las redes del gusanillo del poder autárquico, corrosivo, déspota y veleidoso. Tu mayor triunfo hasta ahora es haber sido tú. De ti sí me fío. De tu solidaridad y sentimiento, de la entrega demostrada a lo largo de tu afán por el conocimiento al alcance de todos, la participación y la democracia.

Y así, fiel a este espíritu combativo de honradez y afrontamiento, entiendo que en estos tiempos de desafección política te presentes ilusionado en un gesto de valentía inusitado a las municipales. Precisamente, ahora, que bien pudieras disfrutar del descanso dorado de tu jubilación merecida, te embarcas de nuevo rumbo a Itaca, esa ciudad de tus sueños que llevas dentro de ti, y que por construir siempre estuviste empeñado.

No quisiera, amigo, que perdieras tu libertad, la de ser tu mismo, persona de carne y hueso, venas y emoción, permeable y abierto a los grupos naturales de la ciudad, a sus llantos, a sus risas, a sus pedanías. No quisieras que fueras una tuerca más al servicio de una técnica vacía, engranaje de componendas serviles, y ajustes y más ajustes, desigualdades para los que menos tienen.

Sé tu mismo, Jose Ignacio, en el servicio, la generosidad, la transparencia puente de convivencia, mano tendida, puño alzado y decidido, compromiso contra la injusticia, rabia y grito contra la pobreza y el mal reparto. De ti sí me fío.

Pero he aquí la paradoja de nuestro ser más profundo. Necesitamos del otro. El Je est un autre, de Rimbaud. Somos el otro. Tu no eres el refrendo, ni la urna, ni siquiera el partido. Tu mayor enemigo no son los demás, ni la oposición tan siquiera. El nuevo avatar al que te enfrentas, bien lo sabes, es un mar de aguas turbias y revueltas, procurando equivocar tu rumbo. Las huestes de tu mayor contrincante acampan dentro de ti. Dentro de ti anida el canto enloquecedor de las sirenas, el cíclope Polifemo, la bruja de Circe con sus hechizos. Y al igual que Ulises, si quieres llegar a la ciudad, a la Itaca deseada, de todas estas tretas y demonios tendrás que desentenderte y librarte. Y aún es más, te digo, no llegarás a Itaca, si soñada, amigo, dentro de tí aún no la llevas.

Utopía y política. Acercar ambos extremos esa debiera ser la misión de un político. Que la distancia entre la realidad y el deseo cada vez sea más corta. Como decía Camus en L`envers et l`endroit, que entre lo prometido y lo cumplido, entre lo que somos y lo que decimos, no haya diferencia alguna. Ya sé que no es fácil. De ahí la necesidad que te tatúes a sangre y fuego en el alma esa relación siempre crítica y dialéctica entre la Utopía y Lo Posible. Lo importante no será ni siquiera haber llegado a Itaca, sino haberte puesto en camino.

Buen viaje , amigo.

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Esta Nota sobra. Ya te la sabes. Pero era menester que este pepito
grillo te recordara, que cuando estés a punto de ser engullido por los
remolinos turbulentos, las pirañas de la políticas nefandas, acudas
como es tu costumbre a la soledad de la Montaña. El monte, madriguera
del silencio. Siempre el monte, eco y símbolo de revelación y misterio,
base, falda y cumbre, sueño y piedra, aire y barro. Las nubes pasarán,
también nosotros, pero la Montaña seguirá siendo oteada, bella y misteriosa
para aquellos que nos sucedan.


1 comentario:

  1. Siempre viene bien tener un pepito grillo como tú, Juan. José Ignacio seguirá siendo él, seguro que si, y con eso nos irá a todos mejor y también a él mismo.Ojalá pudiéramos ayudarle en algo, pero estaremos ahí con una ilusión nunca dormida y ahora alimentada y renovada. Un fuerte abrazo.

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